Justo la noche anterior el frío de junio lo había tentado al Canguro para compartir unas tortas fritas con su abuelo. A pesar de ello no estaba muy excedido de los 63.500 que le pedían, apenas unos dos kilitos y medio.
Pero como le faltaba trabajar al dia siguiente –viernes 9 de junio– y ya era tarde para pedir reemplazo, le respondió a su manager: “Sí, sí, dale, vos sabés que yo siempre estoy medio entrenado porque corro de 8 a 10 horas por día; así que aceptala…”. Sin preguntar contra quién habría de pelear. Solo sabía que sería contra un invicto venezolano, que lo organizaba nada menos que la Asociación Mundial del Boxeo en uno de sus programas como “Adiós a las Drogas” o alguna otra noble causa social y que le pagarían 850.000 pesos. O sea unas cuatro veces su sueldo como peón recolector de basura que rondaban los 200.000 pesos mensuales en ese entonces.
Pero como nunca faltan decepciones cuando un pobre “liga”, las horas y los llamados posteriores fueron oscureciendo la convocatoria emergente. El Canguro, su manager Federico De Lellis y su preparador físico Santiago Bisieri se fueron enterando que la pelea estaba programada para el viernes y no para el sabado. Y ya era jueves por la noche. Los organizadores cayeron en la cuenta que debían buscar inmediatamente un rival para el venezolano Ender Luces quien llevaba un récord de 16 nocauts en 19 peleas sin derrotas pues quien debía enfrentarlo el viernes 9 de junio –el catamarqueño Javier “Johnny” Herrera– no se presentó al pesaje del día anterior –un hecho insólito– y se necesitaba conseguirle un rival urgente al noqueador venezolano. Fue así que cuando lo llamaron a Cristian El Canguro González, le requerían que peleara ese viernes. Tal dislate quedó rápidamente resuelto porque resultaba inevitable que el match pasara para el sábado y que Ender Luces lo entendiera. Además ese viernes el Canguro tenía que trabajar hasta las 17. Y fue por esta razón que pidió cierta tolerancia para arribar al pesaje pues de ninguna manera podría llegar desde Virreyes –adonde queda la casa de su manager– antes de las 19.30. Pobre Canguro, mientras Federico se bañaba para salir hacia Puerto Madero, se tiró en un sillón y se quedó dormido. Tal era su cansancio que tenía luego de la larga jornada de labor. Fue gracias a la comprensión del supervisor de la AMB Leonardo Bianchi que cerca de las 19.30 el Canguro González pudo pesarse y estuvo dentro de lo pactado: 63 y medio. (O algo así…)
Lo peor vendría ya estando en el Casino pues un rato antes de la pelea el equipo de González se enteró que el match no era a 6 rounds como ellos habían entendido sino a 9 tal como lo estableció la AMB para este nuevo cinturón: el Fedecaribe. Se enteraron del cambio en momentos en la árbitra Analía Maradona –de impecable actuación– pasaba a chequear vendajes y guantes. Todo mal porque además ellos creían que habrían de subir al ring tipo 20.30 y en momentos en que El Canguro comenzaba vendarse para calentar le dijeron que tenía que apurar pues el programa se había adelantado como media hora… Ni siquiera pudo moverse para entrar en calor.
No era la primera vez que El Canguro subía a un ring llamado a último momento. Su récord que por entonces era de 11 ganadas y 16 perdidas –que él cuestiona pues dice que le adjudican derrotas en peleas que nunca realizó– tiene una perlita pues fue también así, de emergencia fue que le ganó el año pasado en Pilar al riojano Guillermo Leonel Crocco quien hoy tiene un récord de 20 peleas ganadas (6 por KO), 3 perdidas y 1 empate. Aquella también fue de “último momento” entre containers y tachos de basura, subidas y bajadas de los camiones y siempre al trote. Es su perseverancia la que le impulsa el querer ser. Y es por ello que aún extenuado el profe Santiago Bisieri lo recibe a la hora que fuere en su gimnasio North Pride de Martínez para la preparación física y luego Canguro viaja para entrenar la parte boxística con el técnico De Lellis en del Deportivo Box de Tigre… Ya saben que a las 4.30 de la madrugada siguiente El Canguro deberá ponerse el uniforme de recolector y salir por las calles de los barrios cerrados o countries de la zona norte a correr sus 20 kilómetros acarreando tachos de basura, lo que le ha dado una condición física que más de una vez le permitió correr alguna media maratón solidaria.
Mientras veía aquel combate por televisión no tenía dudas que los actores del mismo tenían propósitos bien diferentes: el venezolano Luces confiaba en un nocaut que no logró por la movilidad de su rival quien con saltitos de canguro (un acierto el sobrenombre) le fue generando al favorito una creciente incomodidad. Por cierto que tras los 9 rounds de pelea el fallo en favor de Luces por decisión unánime resultó indiscutible.
Esta historia tan simple como conmovedora no es inédita. Hay muchos “Canguros” González transitando los rings de todo el mundo. Son los protagonistas a olvidar cuando esa misma noche, en ese mismo escenario y bajo esas mismas luces suban a combatir las estrellas y sean precedidas por una presentación estentórea y en muchos casos extravagante. Esas estrellas tienen sus raperos o sus DJs; lucen excéntricos y apelan a sorprendentes vestuarios que podrían abarcar desde la armadura de un guerrero romano hasta esos bellos sombreros mexicanos tan artesanales y distintivos de la identidad. El Canguro nuestro, el nacido en San Fernando y vecino de Don Torcuato sólo alcanzó a subir con el único brillo de su pantaloncito cansado y una bata que esperaba colgada de una percha para mostrarse alguna vez frente a las cámaras de televisión…
Triste destino el del boxeador anónimo de quien poco se sabe cuando gana –el Canguro ganó su siguiente combate- y casi nada cuando pierde. Se trata de un protagonista secundario que forma parte de una cartelera televisiva que deberá cubrir dos o tres horas de su programación. Y dentro de ella en dos o tres escenarios diferentes cada semana, conviven los Canelos y los Canguros. Unos con su futuro y el de sus próximas dos descendencias sólidamente asegurados y otros con la necesidad de ganar una peleíta de tanto en tanto para poder seguir pues esto le daría otra sentido al interior de la heladera de su casa o a la mochila escolar de sus hijos…
Es probable que al regresar a casa aquella noche de junio desde el Casino hasta Don Torcuato, el Canguro González haya visto en el fondo de su bolso que los sueños de su ayer quedaron marchitos, que no habrá anunciadores de voz latosa gritando a los cuatro vientos “…y en este rincón…”; tampoco escuchará el Himno ni le dará la mano a Bob Arum en Las Vegas; no habrá fotografías con Mayweather ni comparaciones con Nicolino Locche. No, como a otros miles de colegas suyos nada de eso le ocurrirá. Pero en cambio Cristian podrá decir que duerme de día, entrena a la nochecita y a las 4 de la madrugada arranca para tomar el turno que durante 8 horas le impone correr unos 20 kilómetros, subir y bajar de un camión que se lleva la basura o “recolecta desechos” y estar listo siempre –cual pugilista delivery- para cuando le salga alguna pelea. Y si mañana si cambiase de trabajo su sacrificio continuará igual, pues para personas como él el esfuerzo es la única manera de vivir.
Hay quienes suelen abusarse de esta nobleza. Pero al final del camino sus hijas, sus amigos, sus compañeros y su familia sabrán que son las personas como El Canguro las que honran la vida…