El de María Soledad Morales quizá sea el primer femicidio que conmovió a la Argentina. Ocurrido en Catamarca, una provincia que era por entonces un feudo, con un pueblo reprimido, el delito sexual tuvo derivaciones políticas, porque los implicados estaban escudados en el poder que ejercían varios.
Pero lo que plantea, al menos en el comienzo, y hacia el final María Soledad: el fin del silencio es contar lo ocurrido, o reconstruirlo, en base al testimonio de las amigas, las compañeras del colegio religioso al que acudía María Soledad.
Para poner en contexto a aquellos jóvenes que no estén familiarizados con el caso, que hasta tuvo una película dirigida por Héctor Olivera y protagonizada por Valentina Bassi, en septiembre de 1990 se encontró en un descampado el cuerpo, violado y desfigurado, de la joven de 17 años. El fin de semana anterior, María Soledad estaba en la boletería del boliche Le Feu Rouge, donde con sus compañeras organizaron una fiesta para recaudar fondos para el viaje de egresadas. Las ironías del destino: la fiesta la llamaron La noche de la sorpresa.
María Soledad no fue a dormir ni a la casa de su amiga Rosana -que hoy se lamenta no haberse puesto más firme cuando Sole le dijo que iba a encontrarse con Luis Tula, “el primer amor, y un amor imposible”, que le llevaba 11 años- ni a la suya, en Valle Viejo. Se la vio en una parada de colectivos, y luego subiendo a un auto.
Para quienes no saben nada del caso, mejor no seguir narrando lo que sucedió.
El documental de Lorena Muñoz, quien saltó del documental Yo no sé qué me han hecho tus ojos a otras películas biográficas con cantantes con destino trágico (Gilda y El Potro, lo mejor del amor) muestra los encubrimientos, falsos testigos, contradicciones y amenazas que rodearon a la investigación.
Está Luis Patti, enviado por el entonces presidente Carlos Menem, a “resolver” el caso, como también el gobernador Ramón Saadi, al que su amigo Menem le soltó las manos cuando las papas quemaban y ordenó la intervención provincial.
Como lo relata Fanny Mandelbaum, la periodista que envió Telefe y que da testimonio a lo largo de la película, lo mismo que otras personas que estuvieron allí, sea la madre Martha Pelloni, rectora del colegio del Carmen y San José, como el fiscal Taranto, que estuvo en los dos juicios que se hicieron, en 1996 y 1997.
Las marchas del silencio
A las imágenes de archivo, de las Marchas del silencio, de los juicios y careos, de Angel Luque -el primer diputado al que el Congreso de la Nación echó- y de su hijo Guillermo, que junto a Luis Tula terminarían en prisión, aunque saldrían antes de terminar su sentencia por buena conducta, y de los testimonios de Ada y Elías Morales, el documental de Netflix le suma lo que Pelloni, Taranto y las compañeras del colegio relatan y recuerdan hoy, en el presente.
En 1997, cuando tiene lugar el segundo juicio, casi 7 años y medio después, se dictamina que a María Soledad se la drogó, violó, golpeó, y que fueron esas drogas las que terminaron con su vida.
Bastante cuidado en sus formas, aunque con una música que subraya como ensalzando los climas que el relato tal vez no necesitaba, María Soledad: El fin del silencio se suma a los documentales, en películas o en formato de series, sobre los casos de José Luis Cabezas y María Marta García Belsunce. Descubrir la verdad acerca de todos estos asesinatos evidentemente tiene su atracción para el público.