Soledad Pastorutti, una de las voces más queridas del folclore argentino, tuvo un momento clave en su infancia que definiría su futuro artístico. A los 7 años, la cantante subió por primera vez a un escenario en un festival en Arequito, su ciudad natal en la provincia de Santa Fe. Aquella noche, su padre la acompañó con la guitarra mientras ella interpretaba una zamba que emocionó a todos los presentes.
Desde pequeña, Soledad mostró una conexión especial con la música. Sin embargo, fue en ese festival cuando descubrió que cantar era su verdadera vocación. En varias entrevistas, ha confesado que aquella experiencia fue un antes y un después en su vida: "Tenía apenas 7 años y sentí algo inexplicable. Me di cuenta de que cantar era lo que más feliz me hacía", recordó en una nota.
A partir de ese momento, su relación con la música se volvió indestructible. Con el apoyo de su familia, comenzó a participar en peñas, festivales y concursos folclóricos, donde su talento llamó la atención de todos. Su estilo fresco y su potente voz la diferenciaron rápidamente, convirtiéndola en una promesa del género.
El apoyo de su familia fue fundamental en su carrera. Su padre, quien la incentivó a cantar en público, la acompañó desde el primer momento. Años más tarde, Soledad reconocería que sin ese impulso no habría llegado tan lejos. "Mi familia siempre estuvo ahí, apoyándome en cada paso que daba", expresó en una entrevista.
Gracias a ese respaldo, a los 15 años lanzó su primer disco, Poncho al viento, con el que conquistó al país y revolucionó el folclore argentino. Su energía en el escenario y su estilo renovador la convirtieron en una referente indiscutida del género.