La escena se repetía en la casa de Marianela Gariboglio, en Paraná cada vez que volvía su papá, en general algún viernes a la noche después de pasar un mes en las rutas argentinas. La nena jugaba con unos camiones de juguetes. Los hacía recorrer la casa familiar. Ir a buscar la carga a una punta y llevarla hasta su pieza a descargar. En un momento, la nena se paralizaba y comenzaba a correr hacia la puerta. La activaba el ruido del motor. La chica trepaba y se sentaba en las piernas de su padre. Así, hacía los últimos metros del garaje.
Ese recuerdo le viene a la mente a Marianela, hoy de 26 años, cada vez que arranca un nuevo viaje. Es que la chica siguió la estirpe familiar, tiene padre, tío, hermanos, primos y hasta novio camionero, y maneja su propio vehículo de carga por las rutas argentinas desde hace 5 años. Se imagina la mirada de su padre con lágrimas en los ojos en el momento de dejar a la familia en Paraná para estar cerca de un mes en las rutas. Seguro sintonizaba la radio algo de música para tapar la angustia. La mirada hacia adelante en las señales del camino.
El placer de manejar
“Aprendí a manejar un camión antes que un auto – explica Gariboglio desde un pueblo del sur de Argentina-. Siempre soñé con ser chofer. Tanto es así que no lo siento como que sea un trabajo, por lo bien que la paso viajando”. Maneja los transportes de carga desde los 12 años, más de la mitad de su vida.
Marianela tuvo que esperar hasta los 21 años para tener su registro profesional y poder salir a la ruta. Antes, siempre que podía acompañaba a su papá. “Él me iba enseñando y explicando cómo es la vida del camionero. Siempre me decía ‘no te apures’. También me daba los secretos para agarrar las curvas más complicadas y otros gajes del oficio”, recuerda Marianela.
Para la chica su papá Luis es “el Dios del camión. Sabe todo, tiene mucha experiencia y está bueno escucharlo porque es la sabiduría”. Desde muy chica, cuando otras chicas sueñan con ser modelos o médicas, Marianela solo quería subirse a un camión y salir a la ruta. “Mi viejo nunca me puso reparos. De hecho alentó mi amor por lo que era también su vida en los caminos. Siempre me ayudó, nunca me dijo ‘no es un trabajo para una chica’”.
Vida de camionera
Gariboglio arrancó manejando los camiones de la flota familiar hasta que encontró uno que la enamoró. El vehículo estaba abandonado y hacía unos 4 años que estaba parado en un galpón. “Le tuve que poner mucho trabajo encima para ponerlo en funcionamiento. Desde arreglos del motor hasta limpieza total de la carrocería”, explica la joven camionera.
El camión de Marianela es rojo y ella le puso nombre. Después de todo comparte gran parte de su vida con el vehículo. Se llama Cherry y la chica convirtió la cabina en su casa con ruedas. “Me gusta manejar porque es un momento de soledad, de introspección, que me permite pensar – resalta Gariboglio-. A veces pongo música y otras sólo voy en silencio mirando el horizonte”.
La joven no llegó por casualidad a tener su camión rojo rodando por las rutas argentinas. Solía acompañar a su papá en algunos viajes más cortos, especialmente en vacaciones. También tuvo abuelo y bisabuelo choferes. En sus redes hay un video de su abuelo José Luis en el momento en que prueba su camión rojo antes de morir. Ahora, cada vez que le toca tomar una camino peligroso, Marianela mira el cielo y recuerda toda la sabiduría de su familiar fallecido para que la ayude a surcar la ruta complicada.
La chica anota todos sus viajes en un cuaderno. Son como esas agendas de las chicas en las que va poniendo los lugares que visita y alguna curiosidad que vivió. Por año puede llegar a recorrer unos 120.000 kilómetros en su camión Cherry.
Las redes como compañía
Como una joven más de su generación, Marianela usa las redes sociales a diario para narrar su vida. sis videos tienen éxito en TikTok, algunos alcanzan los millones de reproducciones. Así, la chica se muestra lavando a Cherry o hasta de noche dentro de la cabina. En ese clip íntimo, Gariboglio se pone una crema en la cara y se dispone a mirar una serie en una plataforma con su notebook. Todo dentro de su camión. “siempre paro en estaciones de servicio, peajes o pueblos para evitar problemas. Me cuido”, explica.
La semana pasada Gariboglio volvió a Paraná de su viaje por la Patagonia. Era la primera vez que se iba tan lejos y por tanto tiempo de su casa. “Igual, cada vez que vuelvo, estoy dos días y ya quiero volver a las a las rutas con el Cherry”.
Las redes sociales son una gran compañía para las noches de soledad en sus paradas ruteras. Tanto es así, que la semana pasada fue a visitar a una seguidora que la admira y le pidió la chance de sacarse una foto juntas. Y Marianela cumplió con su pequeña fan. “En los momentos de soledad a la noche, muchas veces me engancho a responder las preguntas de los usuarios. “De esa manera, me siento conectada. Muchas veces el silencio a la noche en el campo puede ser muy fuerte”, admite Marianela.
Hay una escena que se repite en el trabajo de Marianela. La chica llega con Cherry a una parada rutera en la cual hay un grupo de camioneros reunidos. La chica tiene que soportar el silencio o la mirada inquisidora de sus colegas. “Con el tiempo fueron cambiando y se adaptaron a mi presencia. Igual siempre están los más veteranos, de la vieja escuela, que te guían y te aconsejan con tips sobre el camión o el camino”, admite la joven.
Por las redes sociales Marianela también se puso de novia con un camionero de Mendoza. Con Lautaro comparten la pasión por recorrer las rutas y también por los videos de TikTok. “Por ahora es un amor a distancia. Todavía nunca nos cruzamos por los caminos. Pero si yo fui a visitarlo a Mendoza y él vino a Paraná. Por ahora así estamos muy bien. Y compartimos muchos gustos ya sea respecto a los camiones como a TikTok”.
Los pocos días que Gariboglio pasa en “tierra firme”, tampoco se detiene. La chica pasa tiempo entre poner a punto su camión para una nueva aventura y un emprendimiento de ropa que acaba de lanzar por sus redes sociales. “Le puse Tránsito Pesado y está inspirada en toda la relación de mi familia con los camiones desde hace cuatro generaciones -sostiene la joven-. Por eso es ropa cómoda para los viajes largos de los choferes de transporte, pero también se puede usar para la vida cotidiana”.
En su casa de Paraná, Marianela ubica su teléfono en alguna mesa que enfoque en forma directa al playón en el que descansa Cherry. La chica lo lava y chequea el aire de los neumáticos. “No me doy mucha maña para la mecánica. Si tengo algún problema en la ruta, me comunico con mi hermano por celular. A veces le saco la foto del problema. Y él me guía en forma remota. Por suerte, nunca tuve un problema grave”, dice la chica y agrega: “Anulo mufa, por las dudas”.
Mientras contempla a Cherry, la joven sueña con volver a la ruta rápido. Mirar al horizonte, vivir atardeceres en el campo, mientras sintoniza alguna radio con música que la acompañe en la cabina del camión. Después de todo, para Marianela está feliz porque cumplió el sueño de toda su vida. Se convirtió en camionera como toda su familia.