Luis Novaresio, el reconocido periodista y abogado argentino, ha compartido una conmovedora historia de amor con Braulio Bauab, un empresario inmobiliario. Su relación comenzó de manera inusual, cuando Braulio le pidió una tacita de azúcar en el jardín del edificio en el que ambos vivían. A pesar de ser vecinos, nunca se habían cruzado antes en las zonas comunes ni compartido un viaje en ascensor. Ese simple pedido de azúcar fue el santo y seña que Braulio tenía preparado para establecer el primer contacto con Luis, quien ya estaba al tanto de la estrategia gracias a una amiga en común.
En ese momento, Luis no buscaba formar una pareja, ya que su interés estaba centrado en su abultada agenda laboral. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Once años después de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, Luis Novaresio y Braulio Bauab contrajeron matrimonio en el emblemático edificio del Registro Civil de la calle Uruguay al 400. La ceremonia, elegida por la pareja, se llevó a cabo al aire libre y contó con la presencia de diez personas de su entorno más íntimo.
Pero la historia no termina ahí. Braulio Bauab es padre de la pequeña Vera, fruto del amor que vivió con su amiga Virginia Laino. Utilizando el método de coparentalidad y la inseminación artificial, completaron su cuadro familiar. Cuando Luis llegó a la vida de Braulio, la familia se consolidó aún más. Hoy, tanto Virginia como la pequeña Vera aceptan y celebran la relación de Luis Novaresio y Braulio Bauab.
Luis Novaresio siempre fue reservado con respecto a su vida privada, pero en el Día del Padre, que se celebró el domingo pasado, contó cómo es la vida paternal de su esposo con su pequeña hija y cómo lo vive él, desde otro lado:
Siento que la paternidad es un sigiloso camino hecho de dichas y de dudas. De certezas y de inseguridades. De conocerse y de sorprenderse Pero siempre es un camino de amor. Un amor que no discute su origen ni su destino. Es desde aquí (y me apoyo la mano en el pecho pensando en el pecho de mi esposo) y es hacia allí (y pienso en esa niña toda que ahora salta en los sillones en donde no debe). Qué fortaleza indiscutida es verlos jugar a las cartas. Son ellos. Puros. Plenos. Qué fragilidad este momento que querría aprehender, sostener en el tiempo y en este milagro que es mi dicha. Porque los estoy viendo. Porque lo estoy viviendo con ellos. No sabía que el amor por otro era, también, el amor de ese otro por algunos otros tan amados por mí. Por otra, digamos bien. Amo el amor ejemplar de ese papá por su hija. Porque los amo. Te amo Vera. Y sí, estoy enamorado de vos, B. Gracias por este día. Juego, como un niño pillo a que un poquito, distinto, desde otro lugar escondido, también celebro.