La primera, y esa tercera, están dirigidas por el prolífico y desparejo Steven Soderbergh.
La primera era una comedia dramática sobre un stripper (Channing Tatum) que buscaba dinero para crear su propio negocio. Al igual que Fiebre de sábado por la noche en los setenta o Cocktail en los ochenta, la película se movía entre la inocencia y la profundidad. El héroe de la clase trabajadora era simpático y el contexto en el cual transcurrían las acciones era original e interesante. El éxito inesperado, tanto de público y crítica, llevó inevitablemente a una secuela que fue menos de lo mismo, pero esta tercera parte es un verdadero despropósito.
Otra vez Magic Mike acepta un trabajo que tiene la esperanza de que será el último. Una vez más arruinado en los negocios, acepta el ofrecimiento de una millonaria (Salma Hayek) que desea llevar el espectáculo de Mike a un teatro de Londres propiedad de su marido. La alta cultura y el espectáculo están a punto de chocar de frente y Mike será el responsable de que esto salga bien o sea una completa catástrofe.
Forzada desde el comienzo y ridícula sin simpatía, la película vuelve a poner el énfasis en el deseo femenino y expone algunas coreografías eróticas no más interesantes que un show berreta de televisión. Magic Mike: el último baile es una secuela tardía que está a años luz de la película original, que a su vez no era ninguna obra maestra. Saquen las cuentas.
Leer Cine