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UN ENCUENTRO EMOCIONANTE

Se hizo un ADN, pidió ayuda por Facebook y descubrió que tiene dos hermanos

Fueron 28 años de búsqueda, con tramos amargos y revelaciones oscuras, pero siempre con la ilusión de sanar una herida que aún no cerró.

Se hizo un ADN, pidió ayuda por Facebook y descubrió que tiene dos hermanos

Sus dudas acerca de su identidad empezaron a los 14 años. Cursaba el segundo año en el Colegio Inmaculada Concepción de Lanús cuando una clase de biología le resultó reveladora. 

Mientras la profesora hablaba de los parentescos y los grupos sanguíneos, María Estela Ramos comprobó que la denominación de su sangre era “Cero” mientras que la de su mamá era “A” y la de su papá “B”.

“Los grupos sanguíneos no coinciden, así que soy adoptada”, deslizó con sarcasmo frente a la sorpresa de sus compañeros. Luego, le hizo el mismo comentario a su mamá, Estela Avella, pero como lo negó de manera rotunda prefirió no indagar demasiado aunque no le cerraba que, a diferencia de sus amigos, tuviera padres “muy grandes”. En esa época ella tenía 47 y él 57.

En 2011, con el nacimiento de su primera hija, el tema genético volvió a colarse en su vida. La beba nació con una agenesia del dedo medio izquierdo (una malformación congénita durante el embarazo que hizo que le quedara ese dedo más chiquito que el resto), tuvieron que hacerle varios estudios y los médicos ahondaron en los antecedentes familiares, que Estela prácticamente desconocía porque era un tema del que no se hablaba.

“Vos sos hija mía”, le repetía su mamá una y otra vez ante sus cuestionamientos. Pero su instinto decía otra cosa y se propuso investigar, a sus espaldas, sin encontrar demasiadas respuestas.

El hermetismo de su entorno era total hasta que 7 años después, cuando su papá estaba por morir, una frase volvió a despertar sus sospechas. “Me pidió perdón por lo que había hecho pero sin darme mayores precisiones. Lo hizo reiteradas veces, incluso cuando ya estaba agonizando”, recordó Estela en diálogo con Infobae.

En 2020, plena pandemia, empezó a indagar en varios grupos de Facebook (incluidos la ONG Encontrarnos, de la que forma parte) sobre la búsqueda de personas para saber si alguien la estaba buscando pero no encontró ningún indicio. “Estaba en punto muerto. Pero insistí tanto entre mis familiares que, cuando murió papá y mi mamá empezó con demencia senil, uno ellos me contó que me habían comprado de bebé”, contó la mujer.

Lo primero que hizo fue contactar a organizaciones de DD.HH. “Me hice un ADN en la Comisión Nacional por el derecho a la identidad (CONADI), que determinó que no era de hija desaparecidos”, se desilusionó Estela. Otra vez, estaba empantanada.

Finalmente, una tía se apiadó de ella y le contó que había nacido en una clínica clandestina ubicada en la calle Rivera, en Avellaneda, donde atendía una partera que vendía bebés de mujeres que los querían dar en adopción.

“Lo mío fue una investigación al estilo CSI Miami. Me enteré que varias parteras, entre las que se encontraba la mía, habían armado una especie de petit hotel donde llegaban jóvenes traídas por sus padres para que nadie se enterara de que estaban embarazadas para luego deshacerse de los recién nacidos”, relató.

Con esta revelación, su deseo de conocer su orígenes se volvió en una prioridad. A través de Internet, contactó a la empresa MyHeritage -cuyo servicio es considerado el servicio número uno para las coincidencias de ADN en Europa- y días después recibió un kit para realizarse un test de saliva en su domicilio tras abonar 49 euros.


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