Con la comedia no hay muchas vueltas. Si te hace reír, es una buena comedia y si no te hace reír no lo es. Aunque es bastante subjetivo el tema, una comedia puede disfrutarse cuando se entiende la manera en la cual está construida, incluso sin ser el tipo de humor que más nos agrade.
Ahora bien, si ni por un momento una comedia le pasa al menos cerca a la posibilidad de hacernos reír, entonces ya no queda nada que hacer. Envidiosa tiene una temporada inicial de doce episodios y ni uno solo de ellos es gracioso. La idea de que vengan doce episodios más es una gran noticia para los que participaron de la realización y para los espectadores que hayan encontrado algo humorístico en la historia. En nombre de ellos, me alegro.
La protagonista del título es Victoria (Griselda Siciliani) que luego de una década de relación con su novio Daniel (Martín Garabal) se separa, para descubrir que él casi inmediatamente forma una nueva pareja con una chica más joven con la que desea casarse. Daniel quería casarse, pero no con ella. Pero Victoria sufre aún más porque todo su grupo de amigas va camino a casarse y ella es la única que parece que va a quedarse soltera. Con más de cuarenta y cinco años, ella siente que se le escapa esa posibilidad. Abrumada y angustiada, se entrega a la envidia y la desesperación, actuando de forma egoísta y ciega, entregada al desastre. Al panorama de ese ahora ex, se le agregan dos hombres en su vida opuestos entre sí. Un jefe encantador y de buen pasar (Benjamín Vicuña) pero sospechosamente ambiguo en sus comportamientos, lo que hace pensar que es un mentiroso y un mujeriego. Y Matías (Esteban Lamothe, incomprensible) que trabaja para una familia china en su local de comidas. Esta Eva con tres Adanes, más las amigas, la hermana y la madre, son el elenco de Envidiosa.
La serie tiene una grieta entre un montón de ideas buenas y una aplicación alborotada de las mismas. En medio de una escena insufrible aparecen apuntes interesantes que delatan el trabajo previo a la realización. El motivo por el cual ocurre esto no es fácil de definir, pero es posible que los actores no hayan ayudado. Es más fina en la teoría que en la práctica, podríamos decir. Grandes frases se mezclan con momentos demasiado esquemáticos y actuaciones de televisión antigua. La protagonista juega -no por error, ni por falta de talento- al estilo costumbrista, bruto, mal hablado y cocoliche de la actuación femenina argentina. Esa cosa burda, prepotente y sobreactuada que va desde Haydeé Padilla a Cristina Fernández de Kirchner, pasando por Fátima Flores y Florencia Peña. La argentinidad en el peor sentido. Tal vez el origen de esto sea Niní Marshall, pero ella tenía como justificación ser la primera y estar en un mundo muy distinto al actual. Actuaciones que atrasan noventa años pero que siempre tendrán un público televisivo dispuesto a festejarlas. Envidiosa es pura ficción de televisión abierta.
Y después está Lamothe. Qué no responde a ninguna escuela de actuación, ni planeta vinculado con el trabajo actoral. Parece el señor Burns disfrazado de joven, con su pelo teñido y sus bermudas. ¿Qué edad tiene el personaje? Una pena porque es el muchacho bueno que espera a la protagonista, ese papel tan encantador del cine clásico pero acá desperdiciado, porque parece el tonto del pueblo más que el galán tapado. Y ojo, no creo que sea culpa de él, sino de un grupo de actores fuera de rol para esta serie. Cuando se pone dramática o emotiva la cosa nos volvemos a enfrentar a ideas buenas que plasmadas en la serie generan incomodidad y no emoción.
Se destaca el retrato completo del mundo femenino, por todos sus personajes, no sólo la protagonista. No es un personaje agradable ni encantador, aunque se nota que la idea era producir primero rechazo y luego simpatía. Pocas series tienen tanto espacio para los elencos femeninos. Por eso sorprende cuando la serie decide dejarla a Victoria y, sin sentido, realiza escenas con el ex novio y su familia, olvidando a la protagonista. Ese salto en el punto de vista es un error, no tiene justificación. No es obligatorio tener personajes adorables, muchas veces alguien que nos produce rechazo igual nos resulta gracioso. Una referencia obligada del cine contemporáneo y Valeria Bertuccelli en Un novio para mi mujer. Sus diálogos son graciosos y ella es graciosa incluso siendo antipática. El cine y la televisión nos han mostrado villanos graciosos. No porque nos caigan bien, sino porque sus escenas son graciosas. Sin risa no hay comedia y Envidiosa no es graciosa. En su avalancha de lugares comunes que buscan a la tribuna, se pierde el poder genuino del humor inteligente. Una temporada alcanza y sobra.
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